Aun recuerdo la primera vez que entré al bosque. La luz penetraba en
ciertos puntos, creando círculos perfectos. En el bosque no habitaba ninguna
criatura. Desde que mi familia y yo habíamos llegado al pueblo había notado que
el bosque no era parte esencial de los habitantes. Invitaba a los niños del
pueblo a jugar al bosque a las escondidas, pero todos negaban con alguna excusa.
Sus rostros cambiaron al mencionar la palabra bosque. Sus cuencas se abrieron y
sus pupilas se contrajeron, reflejaban miedo e inseguridad.
A muchos de los adultos les pregunté el por qué los niños no querían
jugar conmigo en el bosque, pero sus rostros eran semejantes a los de sus hijos.
Ni siquiera se dignaban en contestarme y luego me hacían una mueca de
desaprobación. Este era el pueblo más extraño en que había estado, todos le
temían al bosque, pero ¿por qué? Me adentré nuevamente en el bosque como la
primera vez, solo, sin miedo, con la esperanza de descubrir la razón del miedo
de toda una comunidad que de por sí vivían en medio de un bosque.
Caminé por media hora entre la maleza y el follaje que comenzaba a
tomar un color amarillo por el cambio de estación. Las copas de los árboles
eran muy altas y su grosor cuenta su historia y edad, estos eran posiblemente
los habitantes más antiguos de la región. Llegué a uno de los claros del bosque
y vi que el sol en su posición hacia un círculo más alargado hacia el sur. Deje
ese claro y caminé otro rato y me encontré en otro de los claros y la posición
de este también era distinta. Por una hora y media di vueltas en el bosque y
encontré siete claros en total. Cuando el sol comenzaba a alejarse hacia el
horizonte el claro en que me encontraba quedó en penumbra, más parecía un
agujero negro que un espacio vacío. Escuché al viento soplar con fuerza, mecer
las copas de los árboles y barrer las hojas del piso a donde me encontraba de
pie. Fue en ese instante en que escuché un sonido que me dejo inmóvil por unos
segundos, y cuando pude moverme, me alejé del claro que se había vuelto oscuro.
Fue del oscuro que una figura de unos cinco pies y medio, con
cabello corto y oscuro como el ébano, con piel tan clara como el mármol y los
ojos tan rojos como la sangre, se aproximó hacia mí. Esta figura venía vestida
de una forma muy peculiar, con una gabardina al estilo de los jeans negro y un
traje que parecía provenir del siglo XVIII. La figura, o el hombre, como puede
apreciar mientras se aproximaba, tenía una sonrisa amable en la que mostraba sus
dientes tan claros que pudieron haber sido transparentes. Por su apariencia y
porte deduje que no debía tener menos de quince años ni más de veinte. Caminó
y… ¿desapareció en el aire? No podía creerlo y dije en voz alta –¿acaso será un
fantasma?
-Sería fácil decir que soy un fantasma- dijo una voz detrás de mí
con la letra S muy pronunciada como el sonido que emite una serpiente.
Me di la vuelta y vi que se encontraba recostado de uno de los árboles
y sus penetrantes ojos rojos me observaban con malicia, me observaban como sí
supiera todo lo que yo sabía. Levantó una mano y me indicó que me acercara,
pero yo no lo hice y le pregunté -¿quién eres tú?
Me mostró sus dientes y escupió unas leves carcajadas que no me
esperaba, se pasó la mano por el cabello y me dijo –¿enserio quieres saber
quien soy?
-Si- le contesté.
-Muy bien, si eso es lo que quieres… ven conmigo-. Me extendió su
mano y sin pensarlo la tomé. Su piel era suave, pero fría como hielo y sus uñas
brillaban como los diamantes pulidos. Me llevó al oscuro, cerré los ojos
sin saber que me ocurriría. En un instante nos detuvimos, y él me dijo
–abre los ojos y observa la realidad del mundo.
Abrí los ojos y vi que estábamos sobre una montaña observando un
valle, un hermoso y verde valle que era iluminado por el sol. Era el más bello
espectáculo que mis jóvenes ojos apreciaran jamás. Dejé de mirar el paisaje y
miré al joven de los ojos rojos, y él me miró a mí, y le pregunté -¿Qué lugar
es este? nunca lo había visto.
-No, no, no. Si lo has visto, y vives aquí, pero tu pueblo, tu gente
lo ha reducido a una milésima de lo que una vez fue. Los árboles, las colinas,
las montañas, el lago. Todo fue reducido a una ciudad de criaturas que no viven
en una tierra real.
-¿A que te refieres?
-A que los humanos han decidido crear sus propios entornos, a
destruir los entornos que no se adaptan a ellos. Es por esto que la tierra ha
decidido hacer una revolución, es por esto que tú estas aquí.
-¿Quién eres tú?
-Yo soy la voz de quien nunca es escuchada, el grito que hace
décadas fue encerrado en las profundidades de la oscuridad, y tú, inconsciente
y curioso has abierto la puerta. Tú, has cruzado los siete claros que son
oscuros. Tú, has roto la maldición que los humanos han depositado en la tierra.
-Y ¿Qué eres tú?
-Yo fui creado por la tierra. Mi piel es del mármol más blanco de la
tierra, mis uñas son de diamantes extraídos de las profundidades de la tierra,
y mis ojos son magma hirviendo del nucleo del planeta. Tengo la apariencia de
un humano, pero no lo soy, yo soy la esencia de la tierra, y ha llegado el
momento de cobrarle a la humanidad todo lo que me ha arrebatado.
Estaba aterrado con las palabras de ese ser. ¿Pensara destruir a la
humanidad? no lo sabía. Solo pensé en cerrar los ojos y echarme a llorar como
lo que era, un niño. El ser se aproximó a mí y me rodeó con un brazo y me dijo
-¿por qué lloras? Si no todo esta perdido.
-¿Piensas destruir a los humanos?- le pregunté sollozo.
-Y ¿por qué he dejarlos vivir? Dame una razón.
-No tengo nada que pruebe que hacen el bien. Pero siempre me han
hablado de la misericordia. ¿No podrías ser tu misericordioso y darnos otra
oportunidad?
-Misericordia es algo que siempre he tenido, los he perdonado una y
otra vez, pero no aprenden la lección. Los he azotado con plagas, huracanes,
tornados, terremotos, sequías y muchas más; y ¿qué han aprendido? Nada.
Continúan con sus plagas personales y el odio mutuo.
-Entonces tú tienes la respuesta a tu pregunta.
-¿A que te refieres?
-Si el hombre se ha destruido solo, quiere decir que lo que queda
sobre la tierra son los vestigios de una civilización que ya esta condenada a
muerte.
-Sabes, tienes razón. Pero aun de entre esas ruinas puede resurgir
la humanidad con más fuerza y acabar incluso conmigo-. Me observó con sus
profundos ojos rojos, suspiró y me dijo –regresemos-. Me tomó de la mano, cerré
los ojos como la vez anterior y me deje llevar por su fría mano de mármol.
Cuando me dijo que abriera los ojos lo hice, y note que estábamos al
borde del bosque, y la noche ya había caído como un manto sobre el sol. El ser
aun sostenía mi mano, no se sentía incomodo, pues era una figura hermosa y
emanaba confianza y rectitud. Noté que toda la ciudad estaba más alumbrada de
lo normal. Nos acercamos al borde de la ciudad y todos sus habitantes corrían
de un lado para otro como si se estuvieran sofocando. Unos yacían en el suelo,
inmóviles y otros aun tenían movimiento. Angustia, dolor, sufrimiento. Era lo
que veía y sentía.
-¿Por qué haces esto?- le pregunte gritando.
Con una sonrisa en su rostro y una carcajada me contestó – esto no
es obra mía, pequeño. Tu gente ha causado este desastre. Remplazaron el oxigeno
por gases venenosos, la brisa fresca por el calentamiento global. Tal como tú
dijiste, yo no tengo que deshacerme de tu especie, ellos por sí solo lo hacen.
Vamos, continuemos. Cierra los ojos.
Yo le obedecí y los cerré. Comenzó a caminar y yo continuaba de su
mano. Era como caminar en el vacío, no fue hasta ese momento en que lo noté.
Caminamos un poco más y nos detuvimos.
-Abre los ojos- me dijo.
Los abrí lentamente y vi algo inesperado. Arena, ventiscas, calor,
el sol aferrándose a mí piel como una alimaña. Nos encontrábamos en un
desierto.
-¿En donde estamos ahora?- pregunté.
-En el mismo lugar de hacen muchos siglo, el valle donde habitas.
Esto es lo que ocurrió conmigo, en esto me convertiré. En tierra estéril, sin
vida, en una enorme ventisca que arropó los vestigios de la humanidad que causó
este desastre. No encontraras en ninguna parte del mundo a un solo ser vivo. La
tierras se ha reducido a porciones mínimas, y más del noventa por ciento del
mundo es agua salada que hierve como un volcán en erupción-. Sus ojos miraban a
lo lejos el desértico paisaje.
-¿No hay algo que se pueda hacer?
-¿De qué depende el mundo? ¿Hacen faltas cientos de cambios para que
todo sea diferente? No, con un solo basta. Con uno solo, esto jamás llegará a
ser real-. Bajó su mirada hacia mí, y me sonríe como solía hacerlo. El mundo
entero me sonreía, y yo le sonreía al mundo entero. –Volvamos a casa-. Me
tendió su mano, la tomé y esta vez el vacío había desaparecido, y un camino
empedrado se hizo real en un bosque magnifico nacido de la nada.
Caminamos hasta salir del oscuro, pero al mirarlo nuevamente
ya no era oscuro, era un claro. El ser me llevó hasta el borde del bosque y me
soltó la mano, iba a correr hasta mi casa pero él me dijo –espera, antes de que
te vayas quiero pedirte un favor-. Se acercó a mí y me dijo –sabes lo que hará
tu especie en el mundo, sabes que los he perdonado porque tú me lo pediste,
pero ahora tu cargaras con el peso del mundo, y quiero darte una ayuda-
introdujo una mano en su gabardina y extrajo una bolsa de terciopelo roja con
una cuerda dorada que la mantenía cerrada –en esta bolsa encontraras semillas,
ve por toda la ciudad y riégalas. Y además, toma esto- alargó una mano y se
arrancó las cinco uñas de diamante –con esto, espera a ser mayor y compra este
valle, y hazlo renacer como el ave fénix.
-Así lo haré- le dije, y mire sus ojos rojos y sus dientes casi
transparente que se apreciaban en su sonrisa. Cuando se dio la vuelta para
marcharse le pregunté -¿tienes nombre?
Sin darse la vuelta escuché una carcajada y me dijo –Tellus-
aguardó unos segundos y dijo – nos veremos, Arbor- y caminó por el
bosque hasta perderse en la espesura.
Los años han sido largos, casi tan largos como la vida de un árbol.
Esparcí todas las semillas por la ciudad, y a la mañana siguiente al
despertar todo estaba forrado de verde, árboles que parecían tener más de cien
años, enredaderas que se aferraban en las casas, flores silvestres que llenaban
de color las calles. La gente del pueblo supo que yo había hecho eso, que yo
había entrado al bosque del que ellos no hablaban, había visto al demonio en
persona, el demonio de ojos rojos. Entonces supe, que temían por sus vidas,
temían que yo fuera ese ser de ojos rojos.
No fue hasta que los otros niños señalaban el camino por el que
transitaba que me di cuenta que a mi paso en el suelo los capullos abrían y la
grama seca volvía a la vida, y supe que la gente del pueblo tenia razón, yo me
había convertido en ese ser de ojos rojos, ahora era parte de la esencia de la
tierra, y era uno con ella.
Con los años comprendí que ese era mi destino, hacer la diferencia
en el mundo, mostrarle a la raza humana que su vida es corta, que vivimos entre
niebla espesa, y que el momento ha llegado para que el sol ilumine la mente
humana. Ahora camino por las calles, y a mi paso el mundo florece, he
restaurado el valle, he hecho que las luces del bosque brillen otra vez. Pero
esto es tan sólo mi parte de la historia, una fracción de la historia de la
humanidad. Y aunque nunca he vuelto a hablar con Tellus debes en cuando mientras
transito por algún camino muy concurrido veo a un hombre tan blanco como el
mármol, con cabello oscuro y ojos rojos, sonreír a su paso, como sí todo en la Tierra
fuera diferente.
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