“Historia (Inquiry); so that the actions of people will not fade with time.”

Herodotus
The Histories of Herodotus of Halicarnassus


"That is war... To defeat foes in the name of a country. The states affairs of the enemy are inconsequential."

-Marco
Radiant Historia (videogame)


"The Wheel of Time turns, and Ages come and pass, leaving memories that become legends. Legends fades to myth, and even myth is long forgotten when the Age that give it birth comes again."

-Robert Jordan
The Wheel of Time


"Solomon saith: There is no new thing upon the earth. So that as Plato had imagination, that all knowledge was but remembrance; so Solomon giveth his sentence, that all novelty is but oblivion."

-Francis Bacon: Essays LVIII.
(Epígrafe en "El Inmortal" de Jorge Luis Borges)

"¿Y a mí qué me importa el futuro? Sin duda, Seldon lo habrá previsto y se habrá preparado para él. Llegarán otras crisis en el futuro, cuando el poder del dinero esté tan muerto como fuerza histórica como lo está ahora el de la religión. Que mis sucesores resuelvan sus problemas, como yo he resuelto el nuestro."

-Isaac Asimov

Los príncipes comerciantes

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sábado, 24 de marzo de 2012

Las Luces del Bosque -Cuento-


Aun recuerdo la primera vez que entré al bosque. La luz penetraba en ciertos puntos, creando círculos perfectos. En el bosque no habitaba ninguna criatura. Desde que mi familia y yo habíamos llegado al pueblo había notado que el bosque no era parte esencial de los habitantes. Invitaba a los niños del pueblo a jugar al bosque a las escondidas, pero todos negaban con alguna excusa. Sus rostros cambiaron al mencionar la palabra bosque. Sus cuencas se abrieron y sus pupilas se contrajeron, reflejaban miedo e inseguridad.

A muchos de los adultos les pregunté el por qué los niños no querían jugar conmigo en el bosque, pero sus rostros eran semejantes a los de sus hijos. Ni siquiera se dignaban en contestarme y luego me hacían una mueca de desaprobación. Este era el pueblo más extraño en que había estado, todos le temían al bosque, pero ¿por qué? Me adentré nuevamente en el bosque como la primera vez, solo, sin miedo, con la esperanza de descubrir la razón del miedo de toda una comunidad que de por sí vivían en medio de un bosque.    

Caminé por media hora entre la maleza y el follaje que comenzaba a tomar un color amarillo por el cambio de estación. Las copas de los árboles eran muy altas y su grosor cuenta su historia y edad, estos eran posiblemente los habitantes más antiguos de la región. Llegué a uno de los claros del bosque y vi que el sol en su posición hacia un círculo más alargado hacia el sur. Deje ese claro y caminé otro rato y me encontré en otro de los claros y la posición de este también era distinta. Por una hora y media di vueltas en el bosque y encontré siete claros en total. Cuando el sol comenzaba a alejarse hacia el horizonte el claro en que me encontraba quedó en penumbra, más parecía un agujero negro que un espacio vacío. Escuché al viento soplar con fuerza, mecer las copas de los árboles y barrer las hojas del piso a donde me encontraba de pie. Fue en ese instante en que escuché un sonido que me dejo inmóvil por unos segundos, y cuando pude moverme, me alejé del claro que se había vuelto oscuro.

Fue del oscuro que una figura de unos cinco pies y medio, con cabello corto y oscuro como el ébano, con piel tan clara como el mármol y los ojos tan rojos como la sangre, se aproximó hacia mí. Esta figura venía vestida de una forma muy peculiar, con una gabardina al estilo de los jeans negro y un traje que parecía provenir del siglo XVIII. La figura, o el hombre, como puede apreciar mientras se aproximaba, tenía una sonrisa amable en la que mostraba sus dientes tan claros que pudieron haber sido transparentes. Por su apariencia y porte deduje que no debía tener menos de quince años ni más de veinte. Caminó y… ¿desapareció en el aire? No podía creerlo y dije en voz alta –¿acaso será un fantasma?

-Sería fácil decir que soy un fantasma- dijo una voz detrás de mí con la letra S muy pronunciada como el sonido que emite una serpiente.

Me di la vuelta y vi que se encontraba recostado de uno de los árboles y sus penetrantes ojos rojos me observaban con malicia, me observaban como sí supiera todo lo que yo sabía. Levantó una mano y me indicó que me acercara, pero yo no lo hice y le pregunté -¿quién eres tú?

Me mostró sus dientes y escupió unas leves carcajadas que no me esperaba, se pasó la mano por el cabello y me dijo –¿enserio quieres saber quien soy?

-Si- le contesté.

-Muy bien, si eso es lo que quieres… ven conmigo-. Me extendió su mano y sin pensarlo la tomé. Su piel era suave, pero fría como hielo y sus uñas brillaban como los diamantes pulidos. Me llevó al oscuro, cerré los ojos sin saber que me ocurriría. En un instante nos detuvimos, y él me dijo –abre los ojos y observa la realidad del mundo.

Abrí los ojos y vi que estábamos sobre una montaña observando un valle, un hermoso y verde valle que era iluminado por el sol. Era el más bello espectáculo que mis jóvenes ojos apreciaran jamás. Dejé de mirar el paisaje y miré al joven de los ojos rojos, y él me miró a mí, y le pregunté -¿Qué lugar es este? nunca lo había visto.

-No, no, no. Si lo has visto, y vives aquí, pero tu pueblo, tu gente lo ha reducido a una milésima de lo que una vez fue. Los árboles, las colinas, las montañas, el lago. Todo fue reducido a una ciudad de criaturas que no viven en una tierra real.

-¿A que te refieres?

-A que los humanos han decidido crear sus propios entornos, a destruir los entornos que no se adaptan a ellos. Es por esto que la tierra ha decidido hacer una revolución, es por esto que tú estas aquí.

-¿Quién eres tú?

-Yo soy la voz de quien nunca es escuchada, el grito que hace décadas fue encerrado en las profundidades de la oscuridad, y tú, inconsciente y curioso has abierto la puerta. Tú, has cruzado los siete claros que son oscuros. Tú, has roto la maldición que los humanos han depositado en la tierra.

-Y ¿Qué eres tú?

-Yo fui creado por la tierra. Mi piel es del mármol más blanco de la tierra, mis uñas son de diamantes extraídos de las profundidades de la tierra, y mis ojos son magma hirviendo del nucleo del planeta. Tengo la apariencia de un humano, pero no lo soy, yo soy la esencia de la tierra, y ha llegado el momento de cobrarle a la humanidad todo lo que me ha arrebatado.

Estaba aterrado con las palabras de ese ser. ¿Pensara destruir a la humanidad? no lo sabía. Solo pensé en cerrar los ojos y echarme a llorar como lo que era, un niño. El ser se aproximó a mí y me rodeó con un brazo y me dijo -¿por qué lloras? Si no todo esta perdido.

-¿Piensas destruir a los humanos?- le pregunté sollozo.

-Y ¿por qué he dejarlos vivir? Dame una razón.

-No tengo nada que pruebe que hacen el bien. Pero siempre me han hablado de la misericordia. ¿No podrías ser tu misericordioso y darnos otra oportunidad?

-Misericordia es algo que siempre he tenido, los he perdonado una y otra vez, pero no aprenden la lección. Los he azotado con plagas, huracanes, tornados, terremotos, sequías y muchas más; y ¿qué han aprendido? Nada. Continúan con sus plagas personales y el odio mutuo.

-Entonces tú tienes la respuesta a tu pregunta.

-¿A que te refieres?

-Si el hombre se ha destruido solo, quiere decir que lo que queda sobre la tierra son los vestigios de una civilización que ya esta condenada a muerte.

-Sabes, tienes razón. Pero aun de entre esas ruinas puede resurgir la humanidad con más fuerza y acabar incluso conmigo-. Me observó con sus profundos ojos rojos, suspiró y me dijo –regresemos-. Me tomó de la mano, cerré los ojos como la vez anterior y me deje llevar por su fría mano de mármol.

Cuando me dijo que abriera los ojos lo hice, y note que estábamos al borde del bosque, y la noche ya había caído como un manto sobre el sol. El ser aun sostenía mi mano, no se sentía incomodo, pues era una figura hermosa y emanaba confianza y rectitud. Noté que toda la ciudad estaba más alumbrada de lo normal. Nos acercamos al borde de la ciudad y todos sus habitantes corrían de un lado para otro como si se estuvieran sofocando. Unos yacían en el suelo, inmóviles y otros aun tenían movimiento. Angustia, dolor, sufrimiento. Era lo que veía y sentía.

-¿Por qué haces esto?- le pregunte gritando.

Con una sonrisa en su rostro y una carcajada me contestó – esto no es obra mía, pequeño. Tu gente ha causado este desastre. Remplazaron el oxigeno por gases venenosos, la brisa fresca por el calentamiento global. Tal como tú dijiste, yo no tengo que deshacerme de tu especie, ellos por sí solo lo hacen. Vamos, continuemos. Cierra los ojos.

Yo le obedecí y los cerré. Comenzó a caminar y yo continuaba de su mano. Era como caminar en el vacío, no fue hasta ese momento en que lo noté. Caminamos un poco más y nos detuvimos.

-Abre los ojos- me dijo.

Los abrí lentamente y vi algo inesperado. Arena, ventiscas, calor, el sol aferrándose a mí piel como una alimaña. Nos encontrábamos en un desierto.

-¿En donde estamos ahora?- pregunté.

-En el mismo lugar de hacen muchos siglo, el valle donde habitas. Esto es lo que ocurrió conmigo, en esto me convertiré. En tierra estéril, sin vida, en una enorme ventisca que arropó los vestigios de la humanidad que causó este desastre. No encontraras en ninguna parte del mundo a un solo ser vivo. La tierras se ha reducido a porciones mínimas, y más del noventa por ciento del mundo es agua salada que hierve como un volcán en erupción-. Sus ojos miraban a lo lejos el desértico paisaje.

-¿No hay algo que se pueda hacer?

-¿De qué depende el mundo? ¿Hacen faltas cientos de cambios para que todo sea diferente? No, con un solo basta. Con uno solo, esto jamás llegará a ser real-. Bajó su mirada hacia mí, y me sonríe como solía hacerlo. El mundo entero me sonreía, y yo le sonreía al mundo entero. –Volvamos a casa-. Me tendió su mano, la tomé y esta vez el vacío había desaparecido, y un camino empedrado se hizo real en un bosque magnifico nacido de la nada.

Caminamos hasta salir del oscuro, pero al mirarlo nuevamente ya no era oscuro, era un claro. El ser me llevó hasta el borde del bosque y me soltó la mano, iba a correr hasta mi casa pero él me dijo –espera, antes de que te vayas quiero pedirte un favor-. Se acercó a mí y me dijo –sabes lo que hará tu especie en el mundo, sabes que los he perdonado porque tú me lo pediste, pero ahora tu cargaras con el peso del mundo, y quiero darte una ayuda- introdujo una mano en su gabardina y extrajo una bolsa de terciopelo roja con una cuerda dorada que la mantenía cerrada –en esta bolsa encontraras semillas, ve por toda la ciudad y riégalas. Y además, toma esto- alargó una mano y se arrancó las cinco uñas de diamante –con esto, espera a ser mayor y compra este valle, y hazlo renacer como el ave fénix.

-Así lo haré- le dije, y mire sus ojos rojos y sus dientes casi transparente que se apreciaban en su sonrisa. Cuando se dio la vuelta para marcharse le pregunté -¿tienes nombre?

Sin darse la vuelta escuché una carcajada y me dijo –Tellus- aguardó unos segundos y dijo – nos veremos, Arbor- y caminó por el bosque hasta perderse en la espesura.

Los años han sido largos, casi tan largos como la vida de un árbol.

Esparcí todas las semillas por la ciudad, y a la mañana siguiente al despertar todo estaba forrado de verde, árboles que parecían tener más de cien años, enredaderas que se aferraban en las casas, flores silvestres que llenaban de color las calles. La gente del pueblo supo que yo había hecho eso, que yo había entrado al bosque del que ellos no hablaban, había visto al demonio en persona, el demonio de ojos rojos. Entonces supe, que temían por sus vidas, temían que yo fuera ese ser de ojos rojos.

No fue hasta que los otros niños señalaban el camino por el que transitaba que me di cuenta que a mi paso en el suelo los capullos abrían y la grama seca volvía a la vida, y supe que la gente del pueblo tenia razón, yo me había convertido en ese ser de ojos rojos, ahora era parte de la esencia de la tierra, y era uno con ella.

Con los años comprendí que ese era mi destino, hacer la diferencia en el mundo, mostrarle a la raza humana que su vida es corta, que vivimos entre niebla espesa, y que el momento ha llegado para que el sol ilumine la mente humana. Ahora camino por las calles, y a mi paso el mundo florece, he restaurado el valle, he hecho que las luces del bosque brillen otra vez. Pero esto es tan sólo mi parte de la historia, una fracción de la historia de la humanidad. Y aunque nunca he vuelto a hablar con Tellus debes en cuando mientras transito por algún camino muy concurrido veo a un hombre tan blanco como el mármol, con cabello oscuro y ojos rojos, sonreír a su paso, como sí todo en la Tierra fuera diferente.

sábado, 25 de febrero de 2012

El Encantado Bosque de Arena -Cuento-


El bosque estaba oscuro. La cantidad de árboles hacía imposible el paso de la luz del sol. De vez en cuando se veía una luz cruzar a toda prisa de un lado a otro, pero jamás sin salir del bosque. Cuando el viento no soplaba se escuchaban los árboles crujir, como si pudieran moverse por sí solos. Un niño caminaba por el borde del bosque, siempre mirando hacia dentro y pensando -¿Qué animales habrá ahí dentro? ¿Qué maravillas se esconden tras esos gigantescos árboles?- Cada día se hacia las mismas preguntas, pero no se atrevía a adentrarse, pues la leyenda del pueblo contaba que aquellos que entraban al bosque nunca regresaban. Se decía que en el centro del bosque había un antiguo círculo de piedra que perteneció a los celtas, de ahí se origina un poder que va más allá de lo imaginable, un poder que haría inmortal a quien lo poseyera.



Muchos años después, el niño ya no era niño, se había vuelto un hombre que había dedicado su vida a estudiar los mitos y leyendas del mundo, pero ninguno se comparaba con el del viejo bosque de su pueblo. En ningún libro del mundo se había escrito esa leyenda, y nadie fuera de su pueblo la conocía. Un otoño decidió volver a su pueblo, donde su mente recordaba su niñez y los viejos juegos con sus compañeros de clase y vecinos.



Los primeros días fue y visitó a todos sus parientes y viejos amigos. Luego fingió que se marcharía del pueblo de vuelta a América donde vivía. Empacó sus cosas y se marchó a pie como lo hacía cuando era pequeño para ir a la escuela, pero esta vez la escuela no era su propósito ni su meta; su meta era la inmortalidad o desenmascarar la mentira.



El bosque estaba igual que como lo recordaba: oscuro, siniestro, esperando que alguien descubriera su secreto más negro. Se adentró con cautela al bosque, observando unas luces fugaces que no parecían venir de un lugar definido, sino que aparecían de la nada. Había transcurrido una hora desde que había entrado al bosque, pero le parecieron diez, pues cada vez todo se tornaba más oscuro. Sacó una linterna de entre sus pertenecía y observó  a su alrededor. Vio movimiento cerca de unos arbustos, se acercó con cautela a ver que se ocultaba. Muy grande fue su sorpresa al ver correr a una velocidad impresionante a una criatura mitad humano y mitad chivo, un fauno. El fauno se per dió en la oscuridad dejándolo boquiabierto y con la linterna iluminando un montículo de grama recién cortada.





Buscó en su mente una contestación lógica, que lo que había visto no era un fauno, sino un chivo perdido, pero sus brazos y su torso tan parecido al de un humano no le dejó otra opción que aceptar que el bosque estaba encantado. Continuó por el camino que vio huir al fauno, no estaba seguro de que lo encontraría, pero al menos tendría un rumbo que seguir. Escuchaba a los árboles crujir a su alrededor. Continuó poco a poco, ya había perdido el sentido de la orientación y del tiempo, su reloj por alguna razón se había detenido a las 15:45.



Al fondo del camino invisible que seguía vio un claro, al parecer era un lugar en el que podía penetrar la luz del sol. Corrió con las pocas fuerzas que le quedaban hasta sentir en su rostro la luz. Al estar varios minutos expuesto se acostumbró nuevamente a la luz y puedo ver que el claro no estaba vacío. Había un círculo de piedras celta. Era hermoso, un circulo que representaba la historia de cientos de generaciones pasadas y creencias en los dioses de la naturaleza. Pero lo más curioso de todo fueron un par de cuernos que se asomaron de entre uno de los pilares. Luego otro par y otro, de todos los pilares se asomaron cabezas y cuerpos enteros que demostraron que lo que había visto huir en el bosque era real. Los faunos se acercaron cuidadosamente al hombre, mientras él los observaba petrificado.



De entre la multitud de faunos se acercó uno de mayor tamaño, hizo una reverencia al hombre, y este le respondió de la misma manera para no ser descortés. El fauno le dijo –Bienvenido a las tierras de Motus, anciano de mirada incrédula.



-¿Por qué me dice anciano? Si apenas tengo veintisiete años- le preguntó ofendido al fauno.



 -Pues es muy sencillo, tú has cruzado el bosque de Crono, señor del tiempo de los hombres, y é te ha robado tus años de juventud mientras transitabas por él. Has gastado toda tu vida caminando hacia algo que no tiene comprensión, algo que se debería mantener como una mentira, y has pagado el precio por conocer la verdad.- El fauno lo miró a los ojos y el hombre hizo lo mismo.



En ese instante el hombre se dejó caer en el suelo y comenzó a llorar por haber gastado su vida en una búsqueda sin sentido. – ¿No hay alguna manera de volver a mi pueblo?- Preguntó el hombre sollozando.



-Sí, existe una salida. ¿Vez la arena en el circulo de piedra?- le preguntó el fauno.



-Si- le respondió el hombre.



-Pues debes pararte en el centro y dejarte hundir en la arena. Una vez en el fondo deberás pasar tres pruebas, si lo logras regresar a casa, si fallas vivirás por siempre aquí, junto a todos los que no lo han logrado-. Entonces el fauno señaló a un grupo de damas que apareció de la nada, estas no eran damas humanas, eran ninfas del bosque. Las ninfas rodeaban a un grupo de luces que aparecían y desaparecían. Los faunos se movieron dejando el paso libre hacia el círculo.



 –Ve, pasa las tres pruebas y regresa a casa. le dijo el fauno.



 El hombre caminó hacia el círculo y se posó en el centro. En el instante en que dejó de moverse comenzó a hundirse lentamente en la arena. Cerró los ojos, dejándose arrastrar al fondo de un laberinto; su laberinto.



Al no sentirse abrazado por arena abrió los ojos y quedo atónito. Todo lo que lo rodeaba era arena, un bosque de arena, un círculo de arena. Todo era una réplica exacta de las tierras de Motus. Caminó y observó con cuidado todas las piedras y árboles tan perfectos. Entre los árboles vio un camino y sin pensarlo lo tomó. Su paso no era muy rápido al principio, pero mientras más avanzaba más rápido iba. Su deseo por descubrir el tan ansiado poder que lo haría inmortal se había terminado, lo único que deseaba era poder vivir lo que le quedaba de vida en paz. Caminó en curvas, redondeles y en todas las maneras imaginables hasta que se encontró con lo que parecía una enorme duna. En la duna había una puerta, entonces dijo –creo que ya he cumplido la primera prueba.



-No esté tan seguro de eso- dijo una voz que vino de la puerta, entonces la puerta se abrió y entró una criatura con rostro de mujer, cuerpo de león y las alas de un ave.



-¡Una esfinge! ¿Me has venido a retar con una adivinanza?- Preguntó el hombre a la esfinge.



-Al parecer conoces bastante bien mi historia, pero ¿serás lo suficientemente ágil y audaz para contestar la adivinanza con la respuesta correcta? Porque imagino que sabes que si no lo logras tendré que comerte.- La esfinge le sonrió mostrándole sus afilados dientes.



-Eso espero. Ahora, dime tu adivinanza.- El hombre cruzó los brazos en espera de la adivinanza.



-Muy bien. ¿Qué existe en el mundo que no le alcance la vida al hombre para contar?- La esfinge esperó la respuesta.



El hombre miro todo a su alrededor, la duna, los árboles, el suelo, entonces comprendió el acertijo –la respuesta a tu acertijo es la arena, pues el hombre no vive tanto como para contar cada grano que existe en el mundo.



-Muy bien, excelente respuesta. La vida del hombre no es tan larga como para desperdiciarla en algo tan tonto como eso. Puedes cruzar la puerta.- Entonces la esfinge tomó vuelo y se perdió de la vista del hombre.



El hombre cruzó la puerta y se encontró en un lugar tormentoso donde todo era arena, pero no como el bosque. Este lugar más bien parecía un desierto en donde se sentían los hirientes rayos del sol penetrar la piel como las flechas del dios Apolo. Caminó todo el tiempo en línea recta sin mirar atrás ni a los lados por miedo a ver un espejismo y perder la razón. La noche cayó sin avisar, pero el hombre continuaba incansablemente. Al final del camino vio lo que parecía la figura de una persona y dijo gritando -¿Eres tú la segunda prueba?



Entonces la figura se dio la vuelta hacia él y reveló el hermoso rostro de una mujer, pero entonces el manto que la cubría cayó al suelo y reveló su verdadera identidad. Su cuerpo parecía el de un ave con garras afiladas y su rostro era el de una bella mujer, esta criatura era una arpía. La arpía se acercó volando hacia el hombre y le dijo –yo soy la oscura, la sombra de los hombres como tú, esperanzados, con deseos de vivir. Nada en el mundo es felicidad, nada en el mundo es lo que parece. Tú estás tan solo como yo. El mundo no te perdona, no existe elemento o materia en el mundo que te perdone. Absolutamente nada que se escriba puede ser borrado.



El hombre no se había detenido en ningún momento y la arpía lo rodeaba como un buitre. El hombre escuchó cada palabra con dolor en su corazón, pero no fue hasta el último momento en que comprendió lo que la arpía le estaba haciendo y le dijo –Todo lo que dices es mentira, pues existe algo que es capaz de olvidar lo que le diga, y sí le escribo un pecado lo borra.



-¿Enserio? Y, ¿cuál es?- Le preguntó la arpía de manera burlona.



-La arena- Le respondió el hombre. En ese momento se arrodilló y escribió en la arena –Perdón por ser tan necio-. A los pocos segundos de escribirlo el viento borró su pecado de la arena. 



La arpía suspiró y le dijo –muy bien. La gente ya no confía en la palabra de su prójimo, por eso se dedican a hacer tratos escritos para poder atar a los demás a lo que exigen. Lo mismo hace con sus pecados, los escriben con un cincel en el material más duro para no olvidar. Tú has comprendido que nada es eterno, ni siquiera las promesas escritas, y con el tiempo todo se borra en la arena. Puedes proseguir a la última prueba.- Entonces la arpía voló muy alto y se perdió entre las nubes de la noche.



De la nada apareció una puerta sobre la arena, el hombre se acercó, la abrió y entró.



Al otro lado de la puerta se encontró dentro de una cueva hecha de arena. La cueva estaba iluminada por lo que parecían ser estalactitas y estalagmitas de cristal azul. El hombre caminó por la cueva a pasos lentos. La caminata del desierto lo había dejado exhausto y sediento. ¿Qué hora era? No lo sabía. Solo continuó su larga caminata hasta encontrarse en lo que parecía ser una cámara enorme. No solo era una cámara sino el final de la cueva y en el centro se encontraba lo que parecía un lago de aguas cristalinas. El hombre corrió hacia el agua con desesperación, entonces vio salir del agua a una mujer.



La mujer no se movía, entonces el hombre se acercó y le dijo- ¿Tú eres la última prueba?



Ella asintió con la cabeza y le dijo –acompáñame-, y se encaminó hacia el agua.



El hombre comenzó a seguirla pero se detuvo en el borde del lago y miró al techo de la cueva. Se llevó una gran sorpresa al ver que por techo había un cielo estrellado. Bajó la mirada y observó a la mujer que lo esperaba en el agua.



La mujer le sonreía y le repitió –acompáñame. Vamos a ver las estrellas.



El hombre arqueó una ceja y le preguntó -¿Por qué hay que sumergirnos a ver las estrellas si desde aquí se pueden apreciar?



La mujer le dijo –es que su belleza bajo el agua se aprecia de otra manera. Además, estas aguas son las que tú tanto anhelabas. Estas aguas son tu fuente a la inmortalidad.



El hombre no comprendió nada. Si esta era la última prueba, ¿cómo le podían dar todo lo que quería? Era extraño, entonces se puso a pensar las cosas, y comprendió que era todo eso y le dijo a la mujer –Ya no caeré en tu trampa. Durante muchos años escuche leyendas sobre ti, pero en ninguna decía que un kelpie podía tomar la forma de una mujer.-



-Eres muy astuto, me has descubierto-. Entonces la mujer le sonrió y se convirtió en un caballo.



El hombre le dijo -Se que tu naturaleza es la de engañar a los humanos y atraerlos al agua para ahogarlos, pero hoy no te daré ese gusto.



-Muy bien. Has pasado la prueba. Al igual que la arena, las estrellas no se pueden contar, pues el firmamento está lleno de ellas pero más allá, mucho más allá existen demasiadas. Has podido contra la tentación de la inmortalidad que fue una de las razones por las que entraste al bosque de Crono y llegaste hasta el encantado bosque de la arena. Aquí la arena te devolverá al mundo pero no todo será igual. El mundo siempre está dentro del bosque de Crono, eso es algo que nadie puede evitar. Así que cruza la puerta, pero ten cuidado, nunca se sabe cuando nos volvamos a encontrar.



-Lo haré, tenlo por seguro-. El hombre caminó hacia la puerta que había aparecido al borde del lago, luego se dio la vuelta y observó por última vez la cueva de arena y el cielo estrellado. Tomó la perilla, la giró, abrió la puerta y entró dejándose llevar al borde de la inconsciencia.



Cuando abrió los ojos se encontró en una casa, no se parecía en nada a la suya. Una mujer estaba sentada junto a él. Esta mujer lo llamaba hijo, pero ella no era su madre. Ya no tenía ni barba ni bigote, ni su cabello era canoso, ni su cuerpo era el de un hombre adulto. Por alguna extraña razón había vuelto a ser un niño. Al salir de la casa y ver el mundo que lo rodeaba se dio cuenta que lo que le había dicho el kelpie era cierto, todo era diferente. Habían transcurrido cuarenta años desde que había entrado al bosque como un joven adulto. No comprendía nada de lo sucedido. Le explicaba a la gente, a la mujer que decía ser su madre y al hombre que decía ser su padre, pero ninguno le creyó y pensaron que deliraba. Muchos años vivió, pensando que la gente tenía razón, que todo había sido un sueño mientras estuvo en coma.



Transcurrieron treinta años y el niño se convirtió nuevamente en un hombre. Decidió que visitaría ese pueblo y ese bosque con el que había soñado. Al caer la noche ya había llegado al pueblo, buscó el bosque pero no lo encontró. Nadie conocía el bosque. La gente con la que había soñado que era su familia si existía, pero sus padres habían muerto hace mucho, y en la casa vivían sus hermanos ya ancianos. Los visitó y les dijo quien era, pero no le creyeron, tuvieron que admitir el parecido, pero al final lo echaron de la casa diciéndole –Tú no puedes ser nuestro hermano pues él es mucho más viejo que nosotros-. Y le cerraron la puerta en la cara.



El hombre caminó nuevamente a donde se suponía que estaba el bosque, pero en el lugar solo había una playa. Entonces al borde del mar vio a alguien de pie y le reconoció de inmediato; era el kelpie. Se acercó con cuidado al kelpie, pero este ya lo había visto y le dijo –te dije que todo sería distinto una vez cruzaras la puerta.



-Pero, ¿por qué tuvo que ser así?- le preguntó el hombre.



Una voz distinta a la del kelpie respondió –porque así tú lo decidiste.- Era el fauno que le había hablado en el circulo celta, se encontraba de pie junto a él.



-Yo no pedí que mi vida cambiara, yo no pedí volver a ser joven- Dijo el hombre.



-Pero eso no era lo que tu corazón decía- le dijo el kelpie.



-No comprendo- dijo el hombre observando la arena.



-La vida del hombre es corta, la niñez y la juventud se van volando al sur. Aquel que desea aunque sea por un segundo ser inmortal, y por alguna razón lo consigue, aborrecerá vivir en la tierra- le dijo el fauno.



-Entonces, desearía no haber pensado nunca en vivir para siempre.- Dijo el hombre.



El kelpie y el fauno se miraron y le dijeron al mismo tiempo –que así sea, Teseo.



Teseo se desmayó, y se levantó de su cama en su vieja casa con sus verdaderos padres y hermanos. Corrió donde su madre y le preguntó -¿quién soy? y ¿qué edad tengo?



Su madre le contestó, –nuestro hijo, Teseo. Tienes veintiséis años. ¿No recuerdas nada?



Entonces Teseo se sentó en su cama y dijo –sólo fue un sueño.



Alguien junto a su padre dijo –denle unos días de reposo y estará mejor.



Teseo lo observó pero no vio su rostro, solo vio un par de patas de chivo saliendo por la puerta de su habitación, y se dijo en voz baja –No todo en el mundo es un mito, el mito es el mundo en sí.

 Y se recostó nuevamente dejándose llevar por Morfeo al país de los sueños.