Aquí les dejo la segunda parte de mi tesina sobre tres cuentos de Ray Bradbury.
©William Rosado Ocasio, 2011
Prohibido el uso de este trabajo para fines comerciales o lucrativos sin el debido permiso del autor.
Prohibido el uso de este trabajo para fines comerciales o lucrativos sin el debido permiso del autor.
II.
“The Murderer” en Contexto del Flâneur, su Contraparte
Televisiva, Freud y el Castigo
Social
“It’ll take time, of course. It was all so enchanting
at first.
The very idea of these things, the practical uses, was
wonderful.
They were almost toys, to be played with, but the
people got too
Involved, went too far, and got wrapped up in the
pattern of social
Behavior and couldn’t get out, couldn’t admit they
were in, even.
So they rationalized their nerves as something else.”
-Ray Bradbury, “The
Murderer” (562)
“The Murderer” es otra de esas maravillosas distopías de
Ray Bradbury, una con un toque de ciencia ficción y locura que nos adentra a un
mundo tan real como los tiempos que vivimos. Celulares inteligentes,
computadoras, televisores, videocámaras, radios y toda una gama mucho mayor de
tecnología, es a lo que posiblemente Bradbury temía cuando escribió este
cuento, y con mucha razón. El mundo actual es uno gobernado por la tecnología
que busca mantenernos más unidos los unos a los otros pero que a fin de cuentas
nos separa mas por la impersonalidad del acto comunicativo inalámbrico que
rigen el siglo XXI.
En esta
historia el narrador nos introduce a un psiquiatra (del cual nunca se dice su
nombre) y a Albert Brock quien se hace llamar a sí mismo “el Asesino” (“The
Murderer”). La historia comienza con cinco canciones que suenan en distintas
áreas por las que pasa el psiquiatra, luego habla por una especie de teléfono
en la muñeca con su hijo, luego mas áreas con distintas canciones y al llegar a
su destino se encuentra con el cuadro mas perturbador: silencio en la celda de
“el asesino”. El silencio nuevamente es protagonista de otra historia, al igual
que la anterior (“The Pedestrian”) la sala de confinamiento de Brock es su
paraíso, su utopía en un mundo con ruido por todas partes. Aquí el flâneur no ocurre únicamente por el
simple hecho de vagar por la ciudad como buen poeta observando todo y a todos
los que lo rodean, en esta historia Brock se convierte en el flâneur que repele todo lo social porque
está cansado de lo cotidiano y del apego extremo a lo tecnológico. “El flâneur vive en la soledad urbana, es
decir, la soledad en medio de una muchedumbre. Se abre camino entre la multitud
que, a un tiempo, le atrae y le repele.” (Monteleone 79).
Cuando a Brock le preguntan cuándo comenzó a odiar lo tecnológico
(más directamente el teléfono) y este dice:
It frightened me as a child. Uncle of mine called it the ghost machine.
Voices without bodies. Scared the living hell out of me. Later in life I was
never comfortable. Seemed to me a phone was an impersonal instrument. […] Then
of course the telephone’s such a convenient
thing; it just sits there and demands you call someone who doesn’t want to be
called. Friends were always calling, calling, calling me. Hell, I hadn’t any
time of my own. […] When it wasn’t the music, it was interoffice
communications, and my horror chamber of a radio wristwatch on which my friends
and my wife phoned every five minutes. What is there about such ‘conveniences’
that makes them so temptingly convenient? (Murderer 557)
Esto es a lo que Monteleone se refiere; el shock
traumático que Walter Benjamin nos explica en Sobre Algunos Temas de
Baudelaire:
Nos informa
ante todo de la íntima relación que existe en Baudelaire entre la imagen del shock
y el contacto con las grandes masas ciudadanas. Nos dice además qué debemos
entender exactamente por tales masas. No se trata de ninguna clase, de ningún
cuerpo colectivo articulado y estructurado. Se trata nada más que de la
multitud amorfa de los que pasan, del público de las calles. Esta multitud, de
la cual Baudelaire no olvida jamás la existencia, no le sirvió de modelo para
ninguna de sus obras. (Baudelaire
25-26)
Esto es
precisamente lo que ocurre con Brock, el shock del que habla Benjamin (que a su
vez refiere a Freud) es el entorno sobrecargado del personaje que no encuentra
ningún consuelo más que el estupor que vivió durante años con las masas tecnologizadas
que de nada le sirven, pero que lo obligan a avanzar dentro de su propio grupo,
de lo contrario (o como consecuencia de seguir a las masas) lo lleva a la
situación en la que se encuentra. Adentrándome con Freud en la misma línea de
pensamiento acerca de los sueños de angustia que presenta como:
Los sueños de
angustia no son tal excepción, como ya he demostrado repetidamente y con todo
detenimiento, ni tampoco los de «castigo», pues lo que hacen estos últimos es
sustituir a la realización de deseos, prohibida, el castigo correspondiente,
siendo, por tanto, la realización del deseo de la consciencia de la culpa, que
reacciona contra el instinto rechazado. Mas los sueños antes mencionados de los
enfermos de neurosis traumática no pueden incluirse en el punto de vista de la
realización de deseos, y mucho menos los que aparecen en el psicoanálisis, que
nos vuelven a traer el recuerdo de los traumas psíquicos de la niñez. Obedecen
más bien a la obsesión de repetición, que en el análisis es apoyada por el deseo
–no inconsciente- de hacer surgir lo olvidado y reprimido. (Placer 20)
Obviamente en
la última cita que utilicé de Bradbury, Brock nos cuenta sobre su trauma
infantil sobre el teléfono, como este lo aterraba. Esto crea una combinación de
elementos: el miedo infantil y el malestar de tener que aceptar la modernidad
aunque no sienta aprecio por ella. La negación siempre se va a encontrar
presente aunque el individuo decida ignorarla por tiempo indefinido, esto es lo
que causa que con el tiempo el miedo se trasforme en un trauma que acaba por
explotar de maneras coerciva, causando daños tanto al público como a su
persona. Esto constituye de cualquier manera en un crimen, crimen que no está
exento de castigo.
Las máquinas le suministran gigantescas
fuerzas, que puede dirigir, como sus músculos, en cualquier dirección; gracias
al navío y al avión, ni el agua ni el aire consiguen limitar sus movimientos.
Con la lente corrige los defectos de su cristalino y con el telescopio
contempla las más remotas lejanías; merced al microscopio supera los límites de
lo visible impuestos por la estructura de su retina. Con la cámara fotográfica
ha creado un instrumento que fija las impresiones ópticas fugaces, servicio que
el fonógrafo le rinde con las no menos fugaces impresiones auditivas,
constituyendo ambos instrumentos materializaciones de su innata facultad de
recordar; es decir, de su memoria. Con ayuda del teléfono oye a distancia que
aun el cuento de hadas respetaría como inalcanzables. (Malestar 16)
Esto es lo que
Freud ve cuando redacta El Malestar en la Cultura, las maravillas de una
modernidad que el mundo acepta como buenas porque ayudan al ser humano a
sobrellevar muchos de sus problemas, pero en el cuento ocurre esto y más, pues
no es solo lo que pueda ayudar un teléfono-cámara, es el exceso de poder que ha
adquirido el mundo al rodearse de ruidos y aparatos que nos mantiene tan
comunicados que no nos permiten estar solos en realidad. El simple acto de
Brock de ‘ahogar’ con una cucharada de helado francés de chocolate el radio
transmisor de su auto lleva a preguntarle a psiquiatra el por qué, y él
responder porque es su favorito y si era buena para el porqué no podía serlo
para el equipo (Murderer 559). Esto es el acto real de un asesino, alguien que
la inocencia de la explosión traumática intenta acallar (como a él mismo por el
mismo medio) a la maquina llenándole ‘la boca’ (bocina auditiva) de helado. El
episodio no es muy diferente del cuento en lo que he dicho hasta el momento, lo
único que hay un cambio es en el helado, que cambia por una batida de chocolate
que derrama sobre el equipo y hace cortocircuito. Pero el mensaje es el mismo,
no solo el leer nos hace más convincente el apego al pasado que existe en el
texto, pero la visualización en el televisor nos acerca más a la idea bradburiana
de una revolución anti-tecnológica. El psiquiatra cuestiona a Brock el por qué
él no protesto con las minorías, a lo que Brock responde que lo hizo pero no
tuvo efecto ya que la mayoría amaban sus radios y comerciales, es aquí donde se
muestra la verdadera capacidad de las masas cuando el psiquiatra le dice que
las mayorías mandan y Brock contesta: “But they went too far. If a little music and ‘keeping in touch’ was charming,
they figured a lot would be ten times as charming. I went wild! I got home to
find my wife hysterical. Why? Because she had been completely out of touch with
me for half a day.” (Murderer 560).
Aquí de una
vez nos muestra la contrariedad que existe entre el panóptico de Foucault y la
prisión de Brock, si el panóptico está diseñada para observar a los confinado,
la prisión de Brock le permite estar en soledad y silencio de todo lo
tecnológico, la barrera que cruza la tecnología no solo vuelve las cosas
impersonales sino a los individuos que se ajustan al avance, y no el avance a
ellos. Esta es la protesta de Brock, aquella cometida en la desesperación del
trauma, utilizar su encierro como escape social y como medio para comunicar su
mensaje, utilizar los medios tecnológicos para acabar con ellos mismos, técnica
que de alguna manera me parece que Bradbury intenta llevar a cabo con el
episodio y su final completamente distinto del de la historia. En la historia
mientras el psiquiatra regresa a su vida cotidiana y el narrador termina el
cuento con una oración repetitiva que expresa lo monótono de lo mecánico (“[…]
telephone, wrist radio, intercom, telephone, wrist radio, intercom, telephone,
wrist radio…” (Murderer 563). En el episodio el psiquiatra regresa a su
oficina, escucha todos los sonidos como en el cuento y al final muerde su
comunicador como hace Brock cuando entra a la celda y derrama una batida de
chocolate en su máquina de fax. El final del episodio parece dirigirse más al
mensaje general del cuento en el que con el tiempo las personas verán la razón
de los excesos a los que han sucumbido, pero que se niegan como dice Brock en
la cita introductoria de este ensayo. Para finalizar esta sección creo que esta
cita de Foucault resume en esencia el mensaje tanto del cuento como del
episodio: “[…] el condenado exhortaba a la multitud a
no imitarlo jamás se está convirtiendo en una escena amenazadora en la que la
multitud se ve conminada a elegir entre la barbarie de los verdugos, la
injusticia de los jueces y la desdicha de los condenados vencidos hoy, pero que
triunfarán un día.” (Foucault 267-268).
Bibliografía:
1. * Benjamin, Walter. Sobre Algunos Temas en Baudelaire.
elaleph.com, 1999. PDF. 10 de
diciembre de 2011.
2. *Bradbury Ray. “The Murderer”. The Golden Apples of the Sun. New
York: Harper
Collins Publishers, 2011. Libro. 10 de diciembre de
2011.
*Bradbury, Ray. The Ray
Bradbury Theater. Writers: Ray Bradbury & John Philip
Dayton. Director: various
directors. Alliance Atlantis & Miracle Pictures Production, 2004. DVD.
4. *Foucault, Michael. Vigilar y Castigar. Argentina: Siglo XXI Editores, 1976.1era
reimpresión argentina, 2002. PDF. 10 de diciembre de
2011.
* Freud, Sigmund. El Malestar en la Cultura. Librodot.com,
2002. PDF. 11 de diciembre de
2011.
* Freud, Sigmund. Más Allá del Principio del Placer.
derridacastellano.com.ar, 2006. PDF.
11
de diciembre de 2011.
7. *Monteleone, Jorge.
“Baldomiro Fernández Moreno, Poeta Caminante”
Cuadernos
Hispanoamericanos. Vol. 429. (marzo 1986) p.79-82. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
PDF.
10 de diciembre de 2011.