¿Quién toca a mi puerta con tanta
insistencia y afán?
Será el vendedor de seguros
que me informa del peligro y del
engaño.
Será el vecino que con
insistencia
repite la letanía de hipocresías,
pidiendo el tiempo prestado.
O acaso es el viento
golpeando
con insistencia,
pidiendo permiso
para ir y venir.
¿Quién entra sin toca a mi
puerta?
No me avisa su llegada.
Entra como si fuese su casa, y me
llama,
y con sus manos me toma,
y con sus brazos me abraza,
y me lleva, y reconforta mis
ideas,
sin olvidarme… Me lleva a dar un
paseo,
un paseo eterno a un jardín…
verde, rojo, azul, amarillo…
Entró, sin tocar, y sin embargo
estoy allí, recostado, observando
el momento,
en que tocan la puerta y no
respondo.
¿Hay alguien? ¿Estás despierto?
Llega y se hace un vacío,
que nunca se llena con el tiempo.
¿Quién toca, sino mi alma
cansada?
El miedo a desaparecer en un
instante,
decir adiós sin despedirme
partir del mundo sin avisarte.
Que todo lo que era sigue siendo,
y lo que sigue siendo nunca
olvida
todo lo que recuerda la memoria
de esta vida
en nuestro frágil y marchito
cuerpo,
paga al tiempo que va consumiendo
lo que nombramos como nuestro
y no es más que un bello ensueño.
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