Por la
radio en todos los hogares se escuchaba la reproducción de una de las más bellas
canciones jamás compuesta y cantada. Todos los humanos estaban sentados en sus
sofás y butacas escuchando la voz de un ángel anónimo que los había embrujado.
En las calles y caminos ni siquiera se escuchaba el cantar de los grillos y las
cigarras con sus melodías estridentes. La noche estaba sin vida y vacía. La
luna no había vuelto a aparecer en más de un mes en el oscuro manto nocturno,
como un ojo vigilante. Las estrellas parecían haber sido robadas de sus lugares
en el firmamento, dejando no solo las calles y caminos vacíos, sino también el
gran manto que cubría al mundo. Pero a pesar de todo, en ese vacío había vida;
una vida que había sido robada por una voz con entonaciones tan desgarradoras
como un bisturí. Y ni siquiera el bisturí era útil en las salas de operaciones
desiertas.
-Escuchen
mi melodía,
las
bellas palabras cantadas,
y
así todo el día
sus
vidas serán robadas.
Las siniestras pero hermosas
palabras de la cantante habían convertido en despojos a las criaturas del
mundo.
-Vengan,
vengan a mí,
que
aquí los espero,
vengan,
estoy aquí,
devorando
vuestros anhelos.
Las palabras calaban en las mentes
hipnotizadas de toda la humanidad. Poco a poco mientras la melodía continuaba
sus cuerpos se levantaron con parsimonia y se dirigieron al origen de la voz.
En una bahía rodeada por unas montañas en
donde no hacía mucho, unos estudiantes habían entrado a celebrar sus vacaciones
con grandes equipos tecnológicos para ampliar la música por todo el valle
costero. En aquella costa habitaba la mayor amenaza de la más grande amenaza
del mundo. Con toda de la tecnología que pagaban esos estudiantes adinerados,
se podía edificar una pequeña estación de radio. Y un buen hacker podía
poner en uso todos los satélites del mundo al servicio de esta estación. Así
fue como esa criatura engatusó a todos y logró su objetivo.
-Crucen
mis bellos hijos,
despojos
de las costas,
vengan
suspirando todos,
que yo los dejo sin
esperanzas.
Toda la humanidad, se agolpaba y
amontonaba en las costas de todos los continentes, caminando hasta entrar en
las agitadas aguas del mar a visitar a su madre: la melodía. Allí se
encontraron con ella y la abrazaron hasta perder el sentido y llenar sus
pulmones con el líquido salado.
-Así
es queridos humanos,
mientras
más quieran,
de
más los despojamos.
Escuchen
el canto de esta sirena,
que
les llena la cabeza
de
aire y agua...
es
hora de hacer un cambio.
La bella sirena salió del mar y se
paseó por la costa, agitando sus cabellos oscuros como la noche. Melodía era su
nombre y, al igual que su nombre su figura tenía la forma de una nota musical.
-Ya es tiempo- dijo Melodía, -de
cambiarlo todo. Ya nada será lo mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario